7 de enero de 2013

La Ciencia al servicio del Hombre.

Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego, avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol y a las estrellas, y la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia. (Por eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo; pues el mito se compone de elementos maravillosos). De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en vista del conocimiento, y no por ninguna otra utilidad. Y así lo atestigua lo ocurrido. Pues esta disciplina comenzó a buscarse cuando ya existían casi todas las cosas necesarias y las relativas al descanso y al ornato de la vida. Es, pues, evidente que no la buscamos por ninguna utilidad, sino que, así como llamamos hombre libre al que es para sí mismo y no para otro, así consideramos a ésta como la única ciencia libre, pues ésta sola es para sí misma. Por eso también su posesión podría con justicia ser considerada impropia del hombre. Pues la naturaleza humana es esclava en muchos aspectos; de suerte que, según Simónides, «sólo un dios puede tener este privilegio», aunque es indigno a un varón buscar la ciencia a él proporcionada.
La verdad no es necesaria ni universal, sino producto humano y por tanto cambiante y contingente

                                                                                                          Aristóteles
  
Si la ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente organizados, yo quiero aportar a la ciencia mi siguiente experimento. Aunque por mi personalidad y carácter quizá me tuviera que apoyar en la poiesis, o saber creador, saber poético, basado en la transformación técnica. Lo que hoy día englobaríamos en la creación artística, artesanía y la producción de bienes materiales y que es una parte casi olvidada de la ciencia.

Hace tiempo que vengo escuchando una serie de  teorías, supuestamente enmarcadas dentro de la filosofía Oriental, que dicen que el Ego es algo que tenemos que trascender o eliminar. Estas teorías cuentan que el Ego es un espejo ilusorio que creamos en algún momento y en el cual nos miramos el resto de nuestras vidas.
Dentro del mundo de la psicología hay otras tantas visiones encontradas de cómo tratar esta cuestión del Ego, unos hablan de debilitarlo y otros hablan de reforzarlo. Pero hasta la fecha no hay un consenso sobre ello.

El Ego se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio; es, pues, el punto de referencia de todos los fenómenos.
Partiendo de esta premisa queda claro que el Ego es algo que construimos a partir de nuestra educación y el resto de nuestra realidad fenomenológica.
Por lo tanto es innegable que somos esclavos del ego, pues es a través suyo que vivimos la vida consciente. Pero y la vida inconsciente ¿dónde queda? La existencia de esta vida inconsciente es un valor que no podemos negar ni omitir, porque es de sobra sabido y comprobado que en ciertos momentos de la vida se manifiesta en nosotros sin que podamos controlarlo, dándose con ello situaciones incomprensibles incluso para el sujeto que las realiza.

Continuando con está elucubración podemos intuir que hay un extenso campo al que no tenemos acceso y del cual desconocemos su alcance e implicación en nuestro desarrollo y crecimiento personal.

Así mismo de esta afirmación se desprende a su vez que somos unos seres capaces de tomar consciencia tan solo de una ínfima parte de realidad, e incapaces de abarcar el todo que nos comprende. Esto, dicho de otro modo, viene a ser una definición clara y contundente de lo que viene a ser la ignorancia.
Admitir nuestra ignorancia es algo que le duele a este Ego que se afana en soportarnos y darnos lo mejor para nuestro éxito vital como seres conscientes, pero cuando conseguimos superar esta traba y nos doblegamos ante la aplastante realidad que nos sobrepasa y logramos admitir nuestra ignorancia, inmediatamente nos sentimos sabios. Y si por un casual logramos salir de este dulzor paradójico y nos encontramos disfrutando de las mieles del Ego, al observar esta ecuación de sabernos sabios por sabernos ignorantes, a su vez nos volvemos a sentir sabios de nuevo, lo que demuestra que el Ego es un círculo cerrado que contiene a la mente y del cual no se puede huir.

Dado este hallazgo, podemos concluir que el Ego es algo ligado a la mente humana imposible de trascender consciente-mente.
Si nos salimos por un momento de esta reflexión y nos adentramos en lo que supone la vida como organismo vivo que se autorregula independientemente de nuestra excepcional participación existencial en ella, podemos ver claramente que la vida recrea sobre sí misma todo lo necesario para su subsistencia y perfeccionamiento en un infinito progresar dentro de su desarrollo evolutivo. La naturaleza, como fenómeno diferenciado de lo sobrenatural o del que se extiende desde el mundo subatómico al galáctico, y en su acepción que  proviene de la palabra germánica naturist, que significa "el curso de los animales, carácter natural”, traducción [latina de la palabra griega physis , que en su significado original hacía referencia a la forma innata en la que crecen espontáneamente plantas y animales, es un ejemplo paradigmático de esto mismo ya que dentro de su equilibrio es capaz de concebir innovadores prototipos que den soluciones a problemas concretos y así seguir perfeccionándose a si misma infinitamente. 
Partiendo de esta hipótesis de que la vida es algo que contiene dentro de si misma todo lo necesario para su autodesarrollo evolutivo, sería licito pensar que es, cuando menos extraño, que haya algo dentro de un ser vivo que no cumpla una función imprescindible.
De lo cual podemos deducir que el Ego es una función imprescindible del ser humano de la cual no tenemos que huir ni nada similar, si no desarrollarla al máximo para su florecimiento y el cumplimiento de su función en nuestro devenir personal e integral.


Hala, ya está, demostrado esto, ahora ya me puedo dar licencia total para ser un puto chulo de mierda. Viva la ciencia, amén.