Dentro de mí hay un guerrero valeroso,
pero también un niñito asustado.
Ambos se debaten en una lucha sin fin
en la que a veces gana uno
y otras
victorioso
luce el otro derrotado.
A veces brillo como el sol
y me siento capaz de todo,
como un príncipe con alas de ángel
salvando al mundo en volandas.
Y otras lloro
de absoluta impotencia y desamparo
como un bebé abandonado
en un bosque en mitad de la noche
que está ardiendo por todos lados.
A veces deslumbro a mi paso
como un adonis engalanado.
Y otras me meo encima
como un vagabundo anciano.
No quiero que gane el guerrero
a costa de convertir al niñito
en un aprendiz de soldado,
ni que el niñito ocupe tanto espacio
que el guerrero abandone su misión
y se rinda abatido de antemano.
Por eso
aunque me cueste asimilarlo
creo que siempre seré
el protagonista de las crónicas
de este Guerrero Asustado.
Maravillosa dicotomía entre lo que debo ser y lo que soy, entre la fuerza y la debilidad, entre el combate y la rendición, entre el impulso vital e supervivencia proto-humano y la eterna duda de una conciencia que se plantea sus límites y su capacidad de arrollarlos
ResponderEliminar🫀...y a veces mi guerrera le dice a mi niña: juguemos a la paz y paseemos de la mano... Gracias, a mis ambas dos tu texto tanto les ha gustado, valiente GU(errero asu)STADO.
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