Paseando por el paraíso
sólo entre nubes y montañas
me agarro a mi teléfono móvil
como a una tabla de salvación
temeroso de naufragar
entre las olas del olvido
y ser abandonado
como un tierno cachorrillo
en este lejano y enorme bosque perdido.
Tiritando
más de fiebre que de frío
me aferro a mi celular
como a un clavo ardiendo
aterrado
por el vacío oculto bajo él
y que se pierde
en el infinito mortal
del anonimato en vida.
De rodillas
ante mi Android Zte
rezando por que me muestre su luz
por que me dé una respuesta
por que me guíe en la noche
por que me diga quién soy
cuándo y dónde estoy
y obre el milagro
de ayudarme a quererme
para por fin
conseguir salvarme.