15 de mayo de 2014

La guerra perdida

La lucha contra la entropía es la guerra perdida.

La entropía es una bestia que cada día devora miles de toneladas de emociones, piel y ladrillos. Es insaciable, y se cuela por las heridas del alma para expresarse en lágrimas estupidas, en dureza extrema, en inteligencia insultante y en alegría desparramada por la ropa interior.

Durante la noche se nos presentan en los sueños los dragones, gargolas y las arpías. Somos guerreros luchando contra los monstruos y demás enemigos fatuos. Y a la mañana, cuando despertamos, desaparecen todos ellos para aparecer otros más peligrosos que amenazan con devorar todo lo que somos.
Toda la vida estamos tratando de mantener unas formas que la entropía se empeña en destruir.
Nada tiene sentido, y lo sabemos. A pesar de que nos esforcemos por olvidarlo e intentar darle sentido al sin sentido vital.
Solo hay sentido en el éxtasis provocado por la belleza de la naturaleza.
En la cueva del cariño, donde los perros de la muerte no alcanzan a entrar. Y donde, aunque el mundo es frío, el calor de los brazos ruiseñores lo mitiga, y nos dormimos entre sueños arco iris acunados por música ancestral.

La sociedad es estúpida, violenta, y nos obliga a ser productos uniformados. Pero la entropía le espera tras la puerta.
Lo importante es la entropía, lo demás es fugaz, banal y anecdótico.
Lo raro no es que seamos inadaptadxs, lo raro es que hayamos aguantado tanto.
Sin la busqueda del sentido no se hace necesaria la violencia, no hay competencia, solo hay tranquilidad, espera.

Las formas externas se derrumban ante el enemigo formado en tropas pías, no hay bendiciones ni remilgos, solo el lenguetazo de la nada recogiendo el rebaño hacia su vasto redil.

El primer paso del sin sentido es la negación del mismo, porque el ego así lo obliga.
El segundo paso es el enfado con el mundo, por habernos obligado a jugar un juego perdido.
El tercero, es la busqueda de las mentiras para quitarle la razón al sin sentido.
El cuarto, es la profunda tristeza, por la batalla infantil perdida.
Y el quinto, es la aceptación de la entropía.

Quizá haya un sexto y sea positivo, pero yo tan solo lo imagino.

Todo es mentira, todo el crecimiento de los grandes señorones de la historia, los sueños de alcanzar las metas exitosas que nos convierten en inmortales, la moral que nos perdona, la rectitud que nos decora, todo mentira, todos son espejismos contratados por el miedo, falsos dioses de arcilla.

Las gorgonas, grifos y lamias se me aparecen de nuevo, me saludan y me lamen las verguenzas, yo estoy llorando y no soy capaz de entender lo profundo de su mensaje oculto. Salto con bambi en una atracción de feria donde se reparten metralletas de azucar, bambi me sonríe y tiene unos colmillos de tigre asiatico. Yo me despierto... me he meado encima.

No hay aciertos, no hay fracasos, abran paso, que llega el tren de la entropía a la estación de sus ocasos.