12 de octubre de 2016

La isla de la tierra salada


Vivimos en una isla muy pequeña, diminuta, una isla dentro de una burbuja imaginaria, y en esta isla, yo tortuga voy corriendo en círculos tras de ti Avestruz que corres tras de mí, tú y yo cada vez corriendo más deprisa para conseguir algo que nunca lograremos ninguno de los dos. Y cansados, tristes, excitados por el miedo nos caemos en el fondo del absurdo existencial donde toda la isla bucea buscando la salida a la pecera.

Y yo ya no me veo en el espejo, y lo que es peor, no te veo, no te oigo, no te siento…más allá del sonido de tus pasos y tu aliento cuando me persigues para robarme el bocado de mis viejas y lentas fauces. Y me olvido de que me fascina tu placer y que me duele tu espalda. Me olvido de ti, y sin tu recuerdo ya no existe nadie en esta tierra, solo la guerra entrando en cada hueco de la isla y pudriendo las flores carnívoras.

En esta isla social yo tortuga soy enterrada por ti avestruz que corres para pagar tu deuda con el cocodrilo...pero la deuda aumenta continuamente y al final los dos seremos comidos.

Pero de repente, la directora de la orquesta de la isla sube la batuta y millones de especies inhalan a la vez, con los ojos cerrados esperan a que la batuta rasgue el aire y les dé paso a una exhalación larga y profunda. Y al soltar el aire se escapa la necesidad de tener, de acumular y la crisis de la apnea da paso a una nueva ley que nos libera del miedo y nos invita a ser más ricos con menos dinero y más amistad.

En esta isla aprendimos que la felicidad es subversiva cuando no es tuya ni mía si no nuestra. El alcalde de los monos la quiso prohibir al ver como por doquier surgían islas de placer en las cuales no estaba en vigor la ley del yo me engaño.

Desde entonces nadie respeta la propiedad que priva, lo que hay se comparte como dictan las reglas de la vieja nueva ley de la isla de la tierra salada.

Y colorín colorado este cuento te ha empezado.