23 de noviembre de 2019

CAPITULO 1. El despertar del ensueño humano



Durante la oscuridad previa a la promesa de la primera luz, tuve la certeza de que los espíritus húmedos y la hadas cálidas estarían tejiendo un manto para cubrir y proteger con él a la madre y acoger a los seres que vendrían atraídos a reconfortarse en su mullido abrigo.

Tras ello, no dudé de que los espíritus aéreos trenzarían los hilos que emanarían del ensoñar cálido de las bestias amansadas sobre el manto, y al hacerlo, huirían de su apresamiento las primeras gotas escondidas en el interior de las trenzas vaporosas, y comenzarían a correr en busca de la entrañas de la madre.

Más tarde, supuse obvio que las gotas acabarían descendiendo poco a poco hacia el lugar que habían abandonado atraídas por el ronroneo nocturno de las bestias apaciguadas. Y sería en la parte baja de la madre donde se encontrarían con el resto de las procesiones de gotas fugadas y reconstruirían su mundo líquido.

Pero me equivoqué en todo.

Cuando desperté y vi la luz del amar nacer, me precipité vertiginosamente sobre un asfalto maloliente cubierto de restos de seres despedazados.

Tras reponerme de ello agudicé el oído para sintonizar la frecuencia vibratoria del plácido ronroneo, pero solo se escuchaba el silencio calmo del páramo yermo.

Corrí colina abajo buscando el rastro de las procesiones en su tránsito hacia la tierra prometida. Pero solo encontré huesos vegetales estirados en último intento de llegar más allá de lo que sus ramas jamás comprenderían. Lloré desconsolado sumido en un estado de abandono absoluto. Y cuando el cansancio y la desesperación me abrieron las puertas del mundo de los sueños, la vi. Era la mujer más vieja que jamás pude imaginar. Allí de pie, quieta, como la imagen de un árbol milenario a punto de quebrarse. Con los ojos cerrados. Apenas respiraba. Me acerqué a ella curioso, olvidando mi congoja y mi dolor ahora de repente convertidas en una sensación que mezclaba admiración e inquietud. Ante la incomprensión y la inercia traté de comunicarme con ella.

- Hola…

Ni rastro de percibirme.

- Perdone…

Ni asomo de impacto.

- ¿Me entiende?

Ni un gesto siquiera de compartir la misma existencia.

Tras unas vueltas orbitando a su alrededor decidí tocarla para ver si reaccionaba. Alargué un brazo, abrí la mano, extendí un dedo...y la toqué.

- Hola.

Una voz clara, cálida y profunda sonó en algún lugar sin que ella moviera un ápice su boca. La escuché como si tuviera cascos en los oídos y me llegara directa su voz. Esperé a que continuara pero no hubo ni una palabra más. Llevado por la curiosidad y la intuición la volví a tocar repitiendo el ritual físico anterior..

- No hay por qué pedir perdón.

Volvió a sonar la voz en mis oídos. Dije bobadas en voz alta, me callé y volví a tocarla.

- Te entiendo perfectamente.

Súbitamente comprendí que respondía una a una a las palabras que yo le había dicho. Y de nuevo, guiado por la intuición, tomé contacto físico con ella y le hablé sin pronunciar palabra.

- ¿Cómo te llamas?

- No tengo nombre, soy quien ves.

Me respondió en su tono desprovisto de rasgos de edad ni género apreciable.

- Ah.. ya.. 

Balbuceé  

- ¿Y tú sabes qué es lo que ha pasado con el mundo que se suponía que debería estar para recibirme?

- Ahí está. Tal y como tenía que estar.

Me respondió sin rastro de emoción.

Yo me quedé dubitativo tratando de entender lo que me decía pero no era capaz de hacerlo. Así que volví a insistir.

- Pero… era horrible.

- Era tal y como tenía que ser. Perfecto.

Tras esa nueva respuesta me quedé totalmente descolocado sin saber qué más decir. En mi silencio volvió a sonar su voz.

- ¿Y tú ya has aportado tu parte?

- ¿ Mi parte? ¿De qué?

- De tu…

En ese mismo instante comencé a escuchar un crujido que se propagó en forma de vibración por el brazo y la mujer árbol cayó al suelo y se convirtió en un montoncito de pelo, ropa y restos de su recuerdo de un tamaño minúsculo en comparación con lo que acababa de ser un instante antes.

Sobresaltado desperté de aquel sueño tan real. Miré a mi alrededor y pude comprobar que estaba allí, en ese mismo lugar donde me había dormido. Era horrible… mente… real.

Volví a caer en la desesperanza absoluta.

Horas después me despegué del suelo movido por el hambre, la sed y el calor. Pero qué iba a hacer allí si no había nada de nada. Tan solo piedras y palos. Tan solo piedras y palos. Tan solo piedras y palos… Aquel pensamiento rebotó en mi cabeza infinitamente. Entonces recordé la pregunta… ¿Y tu ya has aportado tu parte?… Y sin saber muy bien por qué ni para qué, comencé a amontonar piedras y palos.

13 de noviembre de 2019

La felicidad cósmica del niño bomba outsideral


http://ntrzacatecas.com/content/uploads/2015/11/cielo-de-noche-silueta-de-un-hombre-estrellas-187079-1000x586.jpgSiempre digo que el roce hace el cariño y la distancia el olvido, pero muchas veces he sentido que el roce irrita y la distancia suaviza. Por eso decidí construirme una astronave gigante que me alejara de una vez por todas de amarte por júpiter.

Desde entonces llevo intentando llegar al fondo del universo infinito viajando en mi transbordador espacial de cartón pluma, dando vueltas día tras día, girando una y otra vez alrededor de la misma órbita conocida que siempre me lleva de regreso al mismo punto, a mi agujero negro de partida.

Allí dentro se potencian muchos de mis miedos, inseguridades, límites, vergüenzas y traumas. Ya sé que no son míos, que son impuestos por este sistema mentiroso y manipulador. Pero se me olvida y vuelvo a salir a navegar por mi mar de dudas sideral.

Pero ya estoy harto, así que les mando un mensaje a los poderosos del mundo de ahí abajo desde mi refugio galáctico, que les quede claro que si quieren que siga siendo una pieza útil y que continúe girando en la rueda del hámster, que me pongan un terapeuta gratuito en la puerta de casa o me vuelvo niño bomba.

Y no es que tenga un problema con la autoridad si no con el autoritarismo. Por eso prefiero ser un puto loco que obediente y sumiso.

Y no es que tenga un problema de adaptación si no con la aceptación de lo inhumano. Por eso prefiero ser un inadaptado que encajar deformado.

¿Qué le voy a hacer..? Yo quisiera tener la determinación del artesano... pero soy bamboleado cada siete horas por la pasión del artista. Esa que me lleva a estar despierto cada mañana de este nuevo viejo día de la marmota doméstica.

La gran putada es que después de tanto viaje aún no he descubierto cómo es la felicidad del outsider en la estratosfera... pues siempre recuerdo con anhelo la atmósfera de mi pueblo. Así que no me queda más remiendo que seguir viajando a la velocidad de la luciérnaga en mi cohete de feria por el unicoverso eterno.