4 de marzo de 2012

La hora de las plañideras


Hoy voy a hablar del personaje que represento en los mejores teatros de la calle, solo de ese muñeco de trapo que está cogiendo polvo en la estantería de mi felicidad, y desde detrás del cartel luminosos con letras de neon que brillan con mi nombre.
Casi siempre es la tristeza la que envuelve con cariño mis palabras en aromas melancólicos, la frustración las incendia como martes enojados y el miedo las expele al exterior en busca de objetivos contra los que impactar. Pero en esta ocasión, es la unión de los siameses amor-miedo la que me empuja y arrastra a hacerlo, y es desde aquí, desde donde parte hoy mi historia.

Un guerrero asustado no es aquel que sueña entre flores carnívoras que no puede lograr sus sueños, un guerrero asustado es aquel que comienza a sentir en la punta de su tristura, que muchos de sus sueños son inalcanzables.
¿Y ahora qué? ya no puedo dessoñarme, ni desfrustrarme por no alcanzar esos sueños. Tan solo puedo llorar cien lágrimas de fuego por la derrota de mi niño sueña-lunas, de mi niño victorioso en todas y cada una de las batallas a las que se presenta como libertador del universo. La derrota de mi niño, la ruina de mi niño. 
Podría significar la victoria de mi adulto, pero eso me suena a campana de iglesia llamando a coro con las trompetas de semana santa: Arrúguense, es la hora de las plañideras. Y todas sentadas en sillas me rodean y lloran.
Mas no hay salida ni vuelta atrás, y ya apenas conservamos la capacidad de aullar, y eso si que era útil. Aullar todas las noches para poder gorjear a las mañanas y rugir a las tardes.

Y aquí me hallo de nuevo, en una encrucijada constante, inmóvil, sentado al borde del camino y preguntando a los ancianos que pasan por él, - ¿Cuál es el camino correcto?-
Y todos responden lo mismo – Menudas preguntas que tienen estos jóvenes de hoy. Los dos, tontorrón, los dos, pues obviamente, ambos llevan a algú sitio y con ello ya serían caminos correctos, pero lo más gracioso es que todsa acaban llevandote al mismo sitio, al lugar por donde, quieras o no, debes pasar.-
Esta pudiera ser una respuesta que me relajase, pero no, me crispa, me cago en sus pocas y desgastadas muelas, paso de creerles, tiene que haber un camino mejor que otro, seguro, con menos sufrimiento.
Pero la ignorancia es mi única compañera de viaje, y ella me coloca de nuevo en mi lugar, sentado al borde de otro cruce de caminos, caminos sin carteles que indiquen su destino.
Y cuando por fin decido escoger y caminar por uno de ellos, lo hago con los ojos vendados y voy golpeándome contra todos los obstáculos que hay a mi paso. Lo positivo es que voy creando música con cada golpetazo y crujir de hueso roto. Lo negativo es que voy destrozándome, rompiéndome a trocitos, cada vez más pequeño, más pequeño. Tan pequeño que me cuelo por el ojo de una aguja de zurcir bolsillos de derroche.

Pero cuando creo que, exhausto voy a claudicar, aparece ante mí un motivo que me recarga y me vuelve a reconstruir, para de nuevo, pleno, lanzarme a rodar por los caminos. Y ese motivo es el amor, el amor a la naturaleza y a sus infinitas expresiones. Ante mis ojos se muestra la belleza de todas esas expresiones, y no solo eso, si no la posibilidad de aumentar esa belleza y compartirla. En ese instante se detiene el tiempo plegado sobre el canto de un pájaro invisible, convertido en protagonista absoluto del universo en su momento de gloria aprovechado con infinita alegría.

Sí, soy un jodido moñas, me ha tocado, y por suerte o por desgracia no puedo elegir, tan solo puedo elegir esconderlo o no, y elijo mostrarlo. Pero ese es mi motor, es lo único que da sentido a todo en mi vida, el amor a la belleza del vínculo mágico con la Naturaleza que somos. (Joder, me siento como un happyflower con sobredosis de avatar)

Y aquí es donde encuentro la respuesta, escondida dentro de la pregunta como siempre, soñar de nuevo, soñar una y mil veces hasta que el sueño encaje con el molde de la realidad. Así que rescato la capacidad de mi niño sueña-lunas y la incorporo a mi adulto, aún vestido con el mismo pantalón de entonces y que ahora me llega por la rodilla llena de heridas hechas al jugar a esquivar a ciegas los obstáculos del camino. Y con las capacidades adquiridas en el juego, transformo los sueños en más cercanos, pero igual de bonitos.

Pues nada, ya lo he dicho, ahora ya comienzo a escuchar el eco de unas voces lejanas riéndome de mí., porque, qué importancia tiene de qué se rían en realidad las risas de los otros, si yo se las arrebato y las hago mías, para que cumplan mi función autoavergonzante. Como me dijo una sabia niña lobo, solo vemos lo que queremos ver, y yo solo veo lo que quieren que vea mi vergüenza y mi inseguridad, hermanastras del miedo e hijas de la ignorancia, mi gran guía. Ojalá mirásemos hacia donde, en este mismo instante, están ocurriendo cosas que jamás llegarán a ser noticia en los medios de comunicación porque son demasiado bellas y exentas de la dosis de morbo diaria a consumir.

Otro día indagaré sobre el compañero de la ignorancia, con quien concibió a los siameses amor-miedo, porque intuyo que es el gran responsable de que podamos reírnos de nosotras mismas.
Nos vemos en los cruces de camino, sentadas al borde, o de pie, avanzando con los ojos vendados y el corazón como tom tom.

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