Se
me caen los recuerdos gusanos
transformados
en mariposa olvido.
Escarbo
la tierra negra
con
mis manos
con
mis uñas
desentierro
los versos
que
duermen muertos
me
tumbo sobre ellos
y
duermo
en
este sublime momento
de
mi sexo en contacto
con
la hierba fresca.
Nadie
croa
con
los peces sin color
de
los estanques.
Nadie
me abraza
y
me lame
la
noche desnuda
de
milagros.
La
poesía embrutecida
grita
por las ferias
de
maltratadores de palomas
y
pasa volando
sobre
la hoja del libro
para
posarse acurrucada
en
la rama podrida de su soledad.
No
es de nosotros nada
si
no el borrarnos
con
el roce ardoroso
de
la rodilla en el suelo.
Guardemos
bajo la piel
las
perlas del firmamento
y
disparemos cosquillas
en
el campo de batalla.
Qué
somos, si no todo
en
el segundo sin medida
de
cada orgasmo
en
que nos abandonamos
a
la nada.
Qué
somos
si
no anónimas deidades.
Bravo
por mí
payaso
sin nariz.
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