Parece que nadie recuerda
dónde nace la fuente de piedra
que está en mitad de la plaza.
Esa que dio de beber, sin preguntas,
a todxs lxs sedientxs que se acercaban
durante estos largos tresmil veranos
que dura la estación seca
de la memoria de la plaza.
Las más ancianas dicen
entre sus sabias encías rosadas
que solo lo sabe el primer corzo blanco
padre de todos los venados.
Dicen que en ese lugar olvidado
se sanan lxs moribundxs,
nacen los ríos de toda la tierra
y se olvidan los lobos de las corderas.
Miro tras las cataratas de sus miradas
buscando dónde nace, el rio de sus palabras
e intuyo que se las inventan,
o la menos aquellas que han olvidado
del cuento original del rio de piedra.
Busco un desliz en su narración
que desvele su trampantojo
pero no hallo fisuras en su relato
y mi mente duda de su razón.
Aunque concluyo para mi calma
que quizá no titubea su habla
porque de jóvenes intuyeron
que lo que a ellas les contaban
sus abuelas entre encías rosadas
también estaba siendo inventado
por el mismo corzo blanco
desde esa fuente buscada.
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